Revista CENTRA de Ciencias Sociales
| Enero-junio 2025 | vol. 4 | núm. 1 | pp. 59-81

ISSN: 2951-6641 (papel) 2951-8156 (en línea)

Artículos/Articles

https://doi.org/10.54790/rccs.96

El impacto de las TRIC en la convivencia en las familias andaluzas: desafíos y oportunidades

The Impact of ICRTs on Cohabitation in Andalusian Families: Challenges and Opportunities

Anna Sanmartín Ortí

Centro Reina Sofía de Fad Juventud, España

asanmartín@fad.es

Stribor Kuric

Centro Reina Sofía de Fad Juventud, España

skuric@fad.es

Christian Orgaz

Indaga, Cooperativa de Investigación, Formación e Intervención Sociológica, España

orgaz@indaga.org

Manuel Blanco Campos

Indaga, Cooperativa de Investigación, Formación e Intervención Sociológica, España

manuel.blanco@indaga.org

Recibido/Received: 26/4/2024

Aceptado/Accepted: 2/12/2024

Resumen

El uso de las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación) es uno de los elementos que mayor conflictividad intergeneracional está produciendo en el seno familiar, erigiéndose en un enorme desafío para la convivencia. Con el fin de abordar ese desafío, analizamos mediante metodología cualitativa las diferentes percepciones y usos que realiza la población adolescente andaluza en su socialización y prácticas digitales frente a los hábitos e ideas que sostienen sus progenitores. Se han implementado seis técnicas conversacionales grupales, tres con adolescentes y tres con progenitores. La categorización de los discursos registrados ha permitido identificar las principales divergencias entre el imaginario juvenil y el adulto y las estrategias que han facilitado una mediación digital segura y de calidad en los hogares.

palabras clave: TRIC; familias; adolescentes; conflictos; mediaciones digitales; ubicuidad; reconexión.

cómo citar: Sanmartín Ortí, A., Kuric, S., Orgaz, C. y Blanco Campos, M. (2025). El impacto de las TRIC en la convivencia en las familias andaluzas: desafíos y oportunidades. Revista Centra de Ciencias Sociales, 4(1), 59-81. https://doi.org/10.54790/rccs.96

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Abstract

The use of ICRTs (Information, Communication and Relationship Technologies) is one of the elements causing the most significant intergenerational conflict within family relationships, posing a huge challenge for cohabitation. Through qualitative methodology, we analyze the different perceptions and uses that the Andalusian adolescent population have in their digital socialization and practices and we compare it to the habits and ideas held by their parents. By identifying common points and differential logics related to the advantages and opportunities of the digital ecosystem, as well as various risks and challenges, the aim of the analysis is to define agreed strategies to achieve safe and high-quality digital mediation in the homes.

keywords: ICRTs; families; adolescents; conflicts; digital mediation; ubiquity; reconnection.

1. Introducción

Vivimos en una sociedad hiperconectada y multimediada1 por las tecnologías digitales que han ido permeando en la sociedad española y que en los últimos años han intensificado su avance, ocupando un espacio cada vez más relevante en las interacciones y prácticas sociales. De este modo, las tecnologías digitales han pasado a ocupar un papel fundamental en los procesos de socialización contemporáneos (Instituto de la Juventud [INJUVE], 2021). En 2023, casi la totalidad de los hogares españoles contaban con conexión a Internet (el 96,4%, cuando en la década anterior el porcentaje estaba en torno al 62%), el 95,4% de la población española entre los 16 y los 74 años es internauta, es decir, ha utilizado Internet en los tres últimos meses, y el 90% lo ha hecho diariamente. Además, se ha incrementado el uso de dispositivos: los datos señalan que un 82,6% de la población dispone de algún tipo de ordenador y el 99,5% de teléfono móvil (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2023). Esto supone un mayor acceso a Internet, una mayor disponibilidad y uso de los dispositivos tecnológicos, pero también una actividad digital más intensa: 8 de cada 10 personas navegan a través de la red varias veces al día y cerca de 9 de cada 10 lo hacen a través del smartphone (Oficina Europea de Estadística [Eurostat], 2021). Si atendemos a las diferencias por franjas de edad, prácticamente el 100% de las personas menores de 35 años es internauta y dispone de teléfono móvil (INE, 2023).

El móvil es el dispositivo más utilizado en la conectividad digital juvenil, llegándose a convertir en una «navaja suiza» (Calderón, 2021), multifacética y multifuncional, a través de la cual se despliegan cada vez más prácticas cotidianas (acceso a la información, comunicación, actividades comerciales, de consumo y administrativas, formas de ocio y entretenimiento…). Se trata de un proceso de convergencia social y tecnológica que sitúa los móviles en una posición central en los procesos de socialización juvenil (Lasén y Casado, 2014). Otra de las características distintivas de los itinerarios de socialización tecnológica de las generaciones más jóvenes es el carácter multimediado y diversificado de sus formas de conectividad digital, pues utilizan muy diversos dispositivos, como smartphones, ordenadores, tablets, videoconsolas, smart TVs, weareables, etc., para estar en contacto e interactuar con su entorno social, ampliar las posibilidades del mundo físico que les rodea y con fines de ocio y entretenimiento. Así, prácticamente 3 de cada 4 disponen de más de 4 equipos tecnológicos y un 29,2% tienen más de 7, destacando la presencia de los ordenadores personales, especialmente los portátiles (79,8%), pero también otros equipos muy variados (Calderón-Gómez y Gómez-Miguel, 2022). Estos datos muestran cómo la juventud en España, independientemente de su capital social, cultural o económico, es partícipe de la cultura y la sociabilidad digital y construye su vida social a través de las tecnologías digitales (dispositivos, plataformas, apps, redes sociales, etc.).

Cabe destacar en cualquier caso la existencia de brechas digitales en relación al acceso a dispositivos, el desarrollo de competencias para su uso o en el aprovechamiento offline de los beneficios de las tecnologías digitales, que afectan especialmente a las poblaciones más vulnerables (Calderón et al., 2022). Las brechas digitales tienen consecuencias no solo sobre el desarrollo de competencias, sino sobre la exposición a los posibles riesgos asociados al entorno online (Livingstone y Helsper, 2009). A pesar de ello, la conectividad proporcionada por las tecnologías digitales e Internet afecta de forma transversal a nuestra vida en el empleo, la educación, la comunicación o las prácticas de ocio posibilitadas a través de la miríada de dispositivos TRIC conectados al ingente repositorio multimedia que constituye Internet. El giro hacia la digitalización de la vida social transforma el modo en el que se concibe y se experimenta la realidad, la identidad, el cuerpo o el estilo de vida y también las formas de interacción (Bucher y Helmond, 2017; Hernández, 2022) y, aunque el uso de las tecnologías digitales en las prácticas cotidianas tiene un enorme potencial, la literatura también identifica posibles conductas problemáticas en sus formas de uso (Gordo et al., 2018):

Teniendo en cuenta estos elementos, la presencia de pantallas y dispositivos en los hogares y en la cotidianidad tiene efectos evidentes en las relaciones familiares, generando espacios de encuentro y comunicación entre sus miembros, pero también tensiones y desencuentros entre los diversos hábitos de adultos y adolescentes. La institución familiar tiene una función fundamental en la socialización y en dicha socialización la educación respecto a las tecnologías cobra un papel cada vez más relevante (Martín-Perpiñá et al., 2019), tanto en lo relativo a las formas de control y educación formal como en el desarrollo de formas de entretenimiento y ocio. Un rol, el de la mediación digital, que resulta complejo de ejercer en un contexto que no para de cambiar (Bran et al., 2016), y que, como resultado de la ubicuidad de las pantallas en el espacio doméstico y público, es complicado ejercer y establecer límites en sus formas de uso (Carrasco et al., 2017). De hecho, también las personas adultas se ven expuestas a buena parte de las problemáticas que experimentan sus hijos e hijas (Megías et al., 2022). Y precisamente ahí es donde quiere incidir este artículo que, gracias a la financiación del Centro de Estudios Andaluces en su XII convocatoria de proyectos de investigación, explorará los usos y percepciones de las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación) en el entorno familiar, examinando su impacto en la convivencia.

2. Estado de la cuestión: las tensiones en el hogar por el uso de pantallas

Es sabido por estudios previos realizados desde el Centro Reina Sofía de Fad Juventud que el uso de Internet, de las redes sociales y de los dispositivos electrónicos son uno de los puntos que mayor conflictividad intergeneracional están produciendo en el seno familiar. Algunos ejemplos de esta conflictividad se observan en la gestión del tiempo de calidad que se pasa en familia sin mediaciones tecnológicas o la obligación de los hijos y las hijas de dar cuenta de dónde están o cuándo van a volver a casa cuando están fuera (Megías et al., 2022). Los datos muestran que los usos tecnológicos están muy presentes y suscitan tensiones y malentendidos en el seno de los hogares. Padres y madres con hijos e hijas adolescentes hablan de una generación que vive los cambios expuesta a un ritmo acelerado, y encontramos discursos ciberutópicos, que idealizan las destrezas y habilidades digitales de los y las más jóvenes, junto con perspectivas que subrayan los riesgos y usos problemáticos de las tecnologías, enfatizando la sobreexposición, la importancia central de la imagen personal en las interacciones en las redes sociales e incluso la adicción a las pantallas. Ambos relatos coinciden en que en Internet existe una mayor diversidad de referentes potenciales para los y las adolescentes, pero también de diferentes miradas, por lo que la preocupación por la privacidad y la exposición online es fundamental para los progenitores. Y esa preocupación aumenta porque existe así mismo la sensación de brecha generacional, y el mundo adulto siente perder el control debido a la multiplicación del tiempo dedicado a los dispositivos y a que atribuyen una mayor competencia digital a las nuevas generaciones.

Figura 1
Grado de acuerdo con afirmaciones sobre el uso de las TRIC por los y las adolescentes (datos en %. Base total muestra N = 1.803)

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de Megías et al. (2024).

Los datos expuestos en la figura 1 muestran que se tiende a asociar la adolescencia con un nivel elevado de competencias digitales, con un alto acuerdo en las afirmaciones que sostienen que «se desenvuelven mejor que sus progenitores» (67,6% de acuerdo) y «usan la tecnología de forma intuitiva» (58% de acuerdo). Pero también mencionan miedos sobre los usos, como «tendencia al aislamiento» (62,7% de acuerdo), «desperdicien su tiempo» (53,4% de acuerdo), o que «empeoren las relaciones familiares» (51,9% de acuerdo), así como la sensación que tienen de su incapacidad para controlar los usos, con respuestas que agrupan un menor grado de acuerdo.

La población adolescente, por su parte, en general se percibe con buenas habilidades digitales, y superiores además a las de sus progenitores y docentes. Cuando se les pregunta por cinco capacidades específicas a las que cualquier persona que emplee Internet y redes sociales debe enfrentarse (búsqueda de información, comunicación, seguridad, identificación y resolución de problemas y creación de contenido), en general la percepción de su destreza es alta o medio-alta. Y no parecen considerar a sus mayores igualmente diestros en los usos tecnológicos, pues al preguntarles a quién recurren cuando tienen que solucionar algún problema en el uso de dispositivos tecnológicos o Internet, lo hacen principalmente acudiendo a las amistades (27,5%), con bastante diferencia respecto a la pareja (18,9%), y más aún con el padre/madre (14,1%), los hermanos/as (12,8%), otros familiares (12,4%), otras personas (10,1%) o los profesores/as (8,5%). Mientras que el 18,9% afirma resolver esos problemas por su cuenta, sin acudir a nadie, y un 13,8% no haber experimentado ese tipo de problemas (Megías, 2024).

La familia va perdiendo centralidad como referente en la vida y socialización de sus hijos e hijas a medida que el grupo de iguales va ganando terreno en la adolescencia y los y las propias adolescentes reivindican más espacios autónomos, lo que requiere siempre de reajustes y negociaciones en el seno de los hogares. Y una de las esferas más claras que los padres y las madres encuentran que son fuente de conflictos son los usos tecnológicos, como se refleja en la figura 2: para un 47,7% de progenitores el uso de las redes sociales, Internet y la tecnología son el principal motivo de discrepancia en sus hogares, a distancia de los otros más mencionados, como son el consumo de alcohol (38%) o los estudios (30%) (Megías et al., 2022).

Figura 2
Principales motivos de discrepancia en las familias con adolescentes (datos en %. Base total muestra N = 1.803)

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de Megías et al. (2024).

Identificados los usos tecnológicos como principal causa de discrepancia familiar por parte de los progenitores, un último dato, en este caso sobre las respuestas de adolescentes y jóvenes (Megías, 2024), invita a la reflexión sobre el tipo de mediación tecnológica que el mundo adulto realiza respecto a sus hijos e hijas.

Figura 3
Personas que muestran interés o hablan sobre lo que hacen los y las jóvenes en Internet (último año) (%, base total de muestra N = 1.510)

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de Megías et al. (2024).

Figura 4
Personas con las que se habla sobre ciberseguridad o sobre cómo comportarse online (último año) (%, base total de muestra N = 1.510)

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de Megías et al. (2024).

La figura 3 muestra que un tercio de las personas jóvenes entre los 15 y 29 años no habla con nadie de lo que hace en Internet (32,7%) y la figura 4 indica que más del 40% no ha recibido recomendación de nadie de su entorno sobre cómo mejorar su seguridad o comportarse en la red. Su grupo de pares es su principal fuente de información y apoyo en relación a su comportamiento online, seguida de sus progenitores. Los datos muestran que únicamente el 30% de padres y madres muestran interés por su actividad online y solo el 22,6% afirma que habla con sus progenitores sobre ciberseguridad o sobre su comportamiento online, por lo que identificamos importantes carencias en el modo en el que se construye la comunicación en torno al uso de tecnologías digitales en el seno familiar.

3. Objetivos

La investigación realizada responde a un objetivo general: analizar las percepciones y usos de tecnologías digitales en entornos familiares en Andalucía para fomentar un uso seguro y consensuado de Internet en los hogares.

Este objetivo general, a su vez, se ha concretado en los siguientes objetivos específicos:

4. Metodología

La aproximación metodológica se ha llevado a cabo a través de dos técnicas: en primer lugar, una revisión de la literatura y de fuentes secundarias que ha permitido contextualizar el marco teórico en el que se ha desarrollado la investigación y el presente artículo. En segundo lugar, un abordaje cualitativo que ha consistido en dos tipos de dinámicas grupales.

El enfoque cualitativo permite captar una narrativa mediante técnicas conversacionales en la que se perciben los discursos emergentes en torno a las temáticas abordadas (Alonso, 1998). Concretamente, se han empleado dos tipos de dinámicas grupales: grupos de discusión y grupos esenciales. La dinámica del grupo de discusión está ampliamente formalizada (Colectivo IOE, 2010), permite acceder a las representaciones sociales generalizadas sobre un fenómeno dado, es una tecnología consensual que termina por (re)construir el discurso cristalizado de un grupo social y hace posible captar una identidad colectiva (Callejo, 2001). Los grupos esenciales son un desarrollo específico (Orgaz, 2025) de hibridación entre la dinámica del grupo triangular, formulado por Conde (2009), y el grupo de discusión (Ibáñez, 1979). Se componen de 4-5 participantes y emulan en sus dinámicas al grupo de discusión y al grupo triangular. Permiten dinámicas semidirigidas y ágiles que exploran la emergencia de representaciones y, al mismo tiempo, facilitan momentos de escasa dirección que exploran la cristalización de esas representaciones. La denominación de grupo esencial reside en el hecho de que no es una tríada, como el grupo triangular, ni una grupalidad definida, como el grupo de discusión, sino una unidad mínima de la grupalidad. Están diseñados para captar discursos que, si bien ya no son emergentes, sí se encuentran aún en un proceso de cristalización en la sociedad.

Como puede observarse en la figura 5 se han realizado dos grupos de discusión mixtos, uno de progenitores y otro de adolescentes residentes en Sevilla y Granada, y cuatro grupos esenciales no mixtos (dos a progenitores y dos a adolescentes). El trabajo de campo se realizó entre los meses de mayo y junio del año 2023. Todos los grupos se desarrollaron con un mismo guion semiestructurado en el que se abordaban las principales temáticas expuestas en los objetivos (competencias digitales, usos y percepción del riesgo, percepción y gestión de los conflictos, demandas y modelos ideales).

Figura 5
Esquema del muestreo cualitativo. Grupos de discusión (GD) y grupos esenciales (GE) por edad y género

Fuente: elaboración propia.

Para la selección de las personas participantes se han tenido en cuenta diferentes variables: sexo, edad, en el caso de progenitores la edad de sus hijos e hijas, situación de convivencia familiar, el lugar de residencia habitual (Andalucía oriental u occidental), la intensidad del uso de las redes y, en todos los casos, se ha asegurado que las personas participantes se autoidentificasen como clases medias, ni clases bajas pauperizadas ni clases medias altas o altas. Conviene destacar que las personas seleccionadas no comparten unidades familiares. Se ha optado por priorizar posiciones generalizadas, en la medida en que no se cuenta con un número de grupos suficiente como para explorar en profundidad la diversidad discursiva en torno a la clase social, el nivel de estudios, la ruralidad y los modelos de familias.

Los grupos de progenitores, de edades comprendidas entre los 40 y 55 años, se han configurado teniendo en cuenta que convivan con hijos e hijas con edades entre los 15 y los 25 años, y que tengan diferentes tipos de usos tecnológicos: un uso tecnológico moderado (uso de mensajería instantánea y plataformas de contenido como YouTube o Netflix, pero sin usar redes sociales de manera diaria) y un uso intensivo (uso diario de redes sociales y de alguno de los siguientes elementos: plataformas de streaming, videojuegos online, etc.).

Los grupos de adolescentes, de edades comprendidas entre los 15 y 18 años, se han seleccionado teniendo en cuenta que convivan con padres o tutores legales con edades entre los 40 y los 55 años y que, así mismo, hagan un uso tecnológico moderado en unos casos, e intensivos en otros.

Los grupos fueron grabados en soporte digital de audio, tuvieron una duración aproximada de entre una hora y media y dos horas y posteriormente se sometieron a transcripción y anonimización, realizando una codificación temática de las entrevistas mediante un software informático (Atlas.ti). Posteriormente se realizó un «análisis sociohermenéutico» (Alonso, 1998) centrado en las principales temáticas abordadas. Se ha tomado como referencia el trabajo de Lanigan (2009) y su «modelo sociotecnológico familiar» para analizar el uso de las tecnologías digitales en el seno familiar. El modelo evidencia la necesidad de adoptar un enfoque holístico para comprender el modo en el que las tecnologías, los rasgos individuales, factores familiares e influencias externas como el acceso a ciertos dispositivos influyen de forma conjunta en la gestión del uso tecnológico. El modo en el que progenitores y sus hijos e hijas perciben y utilizan las tecnologías de forma individual afecta directamente a las estrategias de crianza digital.

Esta aproximación cualitativa permite acceder a las representaciones sociales en torno a la tecnología, las relaciones familiares y la relación entre ambas, atendiendo tanto a los imaginarios y discursos más asentados como a aquellos que están todavía terminando de configurar y establecerse. Al ser un número reducido de grupos, las variables que se han podido tener en cuenta a la hora de conformarlos son limitadas y los datos resultantes, por tanto, son exploratorios.

5. Resultados

El análisis del discurso generado en los grupos de discusión y los grupos esenciales ha permitido identificar las principales diferencias entre las actitudes de adolescentes y progenitores sobre el uso de las tecnologías digitales, siendo el género una de las variables más condicionantes. A su vez, se han podido observar puntos de confluencia sobre la mediación tecnológica que muestran estrategias hacia una mejor convivencia familiar. A continuación, se presentará de manera más explícita el sentido de cada uno de estos elementos.

5.1. Legitimidades y lógicas en disputa

El abordaje cualitativo pone de relieve múltiples matices en las percepciones sobre los usos tecnológicos de adultos y jóvenes, sobre las potencialidades y ventajas que interpretan suman a la vida diaria, sobre los riesgos y malos hábitos que potencian, y pone de manifiesto cómo están en disputa legitimidades y lógicas diferentes, marcadas fundamentalmente por la edad y la diversa expectativa respecto a la actividad digital.

Padres y madres comparten un discurso que subraya la lógica de la focalización, es decir, la presencia y la atención está en un lugar, en una acción y un momento concreto. Tienden a concentrarse en una tarea y aluden a un ideal: alejar las distracciones porque la multitarea genera malestares. Crean espacios concretos, acotados, en sus usos tecnológicos, tratando de que no se solapen unas tareas con otras, y de que lo online no interfiera en exceso en lo offline. En contraste, los y las adolescentes adoptan una lógica opuesta; los usos tecnológicos no requieren de un significado concreto, sino que buscan diversas funciones como la integración, la presencia, el reconocimiento y el prestigio social, entretenerse, expresarse y autoconocerse. La ubicuidad como lógica es la que impera en los usos digitales juveniles, pues las tecnologías les permiten existir simultáneamente en varios espacios y tiempos, haciendo posible el todo a la vez en todas partes (Lasen, 2020). En esa lógica de la ubicuidad las personas jóvenes se mueven modulando su atención en función de sus intereses, entre lo online y lo offline, sin excesivos o aparentes problemas.

Así, vemos dos legitimidades en juego con diferente capacidad y poder de negociación, pues en las dinámicas que se describen suelen ser los progenitores quienes tratan de imponer su lógica a sus hijos e hijas a lo hora de decidir qué usos tecnológicos son los adecuados.

Tal y como muestran los discursos, para padres y madres las formas de estar presentes y conectados de los y las adolescentes entran en conflicto con los usos adecuados, que serían, según su criterio, los que imperan en la lógica de la focalización. Un buen ejemplo de esa tensión lo encontramos en el ámbito de las comidas familiares, uno de los principales ritos en el hogar y protagonista de la mayoría de los conflictos respecto a los dispositivos. La conflictividad se origina al asumir por parte de los progenitores que en torno a la comida se debe generar un espacio para compartir tiempo de calidad, comentar la jornada o exponer, negociar y mediar sobre posibles problemas, y esos momentos pueden verse entorpecidos por los usos de las tecnologías. Conviven dos formas de entender las reglas del juego: lo que se demanda a los y las jóvenes desde el mundo familiar, como puede ser sentarse a la mesa a cenar a una hora en concreto, choca con lo que se espera y se les pide desde el mundo juvenil, que es el sincronizar su tiempo social con su grupo de pares (para empezar una partida, seguir un hilo de conversación, etc.).

Te dicen: «Es que a las 11 es cuando nos vamos a conectar todos».

«Tenemos que cenar hoy pronto que tengo un torneo a las once». Y digo: «Ah, ¿el torneo nos va a condicionar a toda la familia? Voy a ponerlo en el grupo que el torneo es lo más importante del día». Yo me cachondeo, yo no le echo cuentas en ese aspecto. «Mamá, es que no lo entiendes» (grupo de progenitores mixto, Sevilla).

Así, en los grupos de personas adultas emerge de forma recurrente el juicio negativo sobre la actividad digital de sus hijos e hijas. Se alude a diversas cuestiones, como la pérdida de capacidad comunicativa por el uso de lenguajes muy básicos (uso constante de emoticonos, stickers, etc.) y la merma de la espontaneidad en las relaciones interpersonales, en una inmersión digital que consideran reduce sus relaciones a un mundo de apariencias. Y preocupa la sensación de aislamiento, por lo que los progenitores animan a sus hijos e hijas a realizar actividades fuera de casa.

Y ahora deseando que se vaya de piscina, de campamento, que esté al aire, que no esté ahí en el sofá tumbada, que se pasa toda la mañana de vacaciones tumbada en el sofá con el móvil. Digo: «No, puedes ir donde quieras, a la piscina, a la municipal, a la playa. Puedes ir donde quieras, pero ¡vete!».

Antes era la época que teníamos miedo que salieran. Ahora es la época que tenemos miedo a que se queden en casa (grupo de madres, Granada).

Y existen diferencias significativas entre las perspectivas de padres y madres2. Ellos subrayan la importancia de la tecnología como herramienta para adquirir conocimientos y formación y desestiman por lo general los usos recreativos y sociales de las TRIC. Para ellos, en Internet se navega para buscar algo concreto, no se concibe la idea de consumir contenido sin un propósito. Además, tienden a sostener posiciones más apocalípticas y críticas, enfatizando la preocupación por los posibles riesgos asociados con la tecnología o derivados de ella, ejemplificando una ya clásica clasificación entre posiciones «apocalípticas e integradas»3 frente a la tecnología. En sus discursos, los padres hacen referencia a una sensación generalizada de pérdida de control frente a la tecnología y a la dificultad para acotar y limitar los usos que realizan sus hijos e hijas.

A mí me supera, personalmente no sé cómo gestionarlo. Es lo que hemos estado hablando antes, a mí me supera. Él sabe… Yo le riño, le castigo, le no sé qué. Pero que al final lo consigue. ¿Cómo pararlo? (grupo de padres, Sevilla).

Pero el niño está todo el día mirando sobre todo el YouTube. Podcast.

Pero porque se informa por ahí.

Pero ¿por qué se informa o por qué sigue a los youtubers?

Sigue a los youtubers…

Eso no es información. Eso es cómo jugar mejor a qué juego… (grupo de progenitores mixto, Sevilla).

Las madres, sin embargo, adoptan posiciones más integradas y subrayan las facilidades y ventajas de los usos tecnológicos dedicados a la provisión de cuidado, pues ven en las funciones del cuidado mediado por la tecnología un papel crucial en la gestión de sus responsabilidades parentales. Además, y en contraste con los padres, ellas muestran una mayor disposición a explorar la dimensión recreativa de las TRIC, una versatilidad muy reseñable en sus interacciones mediadas por dichas tecnologías; no enfatizan esa dicotomía de pérdida o ganancia de tiempo y viven de forma más natural los usos destinados a la evasión y el entretenimiento, aunque, a diferencia de la población adolescente, sus momentos de recreo están muy acotados en el tiempo y subordinados a los ratos libres que deja el trabajo productivo.

Eso es lo que me gusta del teléfono porque me da la seguridad de que si a mi hija le pasa cualquier cosa… (grupo de madres, Granada).

Yo he hecho mis TikTok con mi amiga y me he pegado un panzón de reír tremendo (grupo de madres, Granada).

Las personas jóvenes, a diferencia de lo que encontramos entre las personas adultas, dedican mucho menos tiempo a elaborar opiniones sobre la relación de los adultos con la tecnología. Sus progenitores aparecen en las conversaciones, por supuesto, pero más como interferencias, como elementos que intentan imponerse o matizar sus usos tecnológicos. Sus relatos se centran más en comentar la relación personal que tienen con la tecnología, sus hábitos y rutinas, pues describen las TRIC en términos de necesidad: la tecnología hace posible cumplir con funciones cotidianas y su ausencia supondría tener que encarar obstáculos insalvables. Así mismo, hablan de sus perfiles digitales en términos biográficos, pues las redes sociales se erigen en una recopilación detallada de sus vidas, mostrando hitos, lugares, reflexiones, personas de su entorno, etc.

Realmente nos quitan el móvil y yo creo que no sabríamos vivir sin móvil.

Todo lo hago por el móvil, todo (grupo de chicos, Sevilla).

Es como un álbum de todo el proceso de tu vida, las etapas de tu vida y es como que lo tienes todo guardado ahí (grupo mixto, Granada).

La tecnología es parte intrínseca de sus interacciones, de su ocio y de su relación con los estudios. Hay que estar presente para formar parte del grupo de iguales.

Pero lo haces también como para integrarte. Es como también lo de las redes sociales y demás, como para integrarte porque como todo el mundo lo tiene tú también lo tienes que tener.

Si no, no estás al día. No te enteras de lo que hablan cuando quedáis. Tienes que tenerlas sí o sí.

Sí, porque si no es como que estás apartado (grupo mixto, Granada).

Y, por supuesto, también están presentes en sus discursos los riesgos, incluso la posible adicción a las pantallas, pero tienden a relativizar los impactos nocivos o más graves: entienden que, en el caso de tener un uso abusivo, o una posible adicción, no sería necesario abandonarla, más bien habría que aprender a gestionar ese mal hábito. Abogan, de hecho, por un control flexible de su relación con la tecnología.

También es una droga, pero no es una droga que afecte tanto. Afecta en diferentes situaciones, pero no afecta tanto.

También consigues culturizarte mirando video de TikTok incluso, pero…

Podcast.

Claro, te puede dar también mucha cultura. Pero que es una droga de la que no se va a salir nunca porque tampoco es necesario salir. Yo veo que estoy enganchado, pero no tengo necesidad de salir porque tampoco me hace tan mal… (grupo de chicos, Sevilla).

Frente a esos malos hábitos, hacen referencia a estrategias de autocontrol, más o menos efectivas. Y, entre ellas, reconocen que es la presencialidad de las relaciones sociales aquella que con mayor efectividad logra desactivar la atención dirigida hacia la tecnología, cambiando el foco hacia la interacción social presencial. Esto no implica una separación total respecto de los usos tecnológicos, pero sí una reducción sustancial de su uso.

Se conjuga de este modo cierta ambivalencia en el discurso juvenil: por un lado, se introduce una lógica de liberación, posibilitada por las características emancipadoras de los nuevos medios digitales y, por otro lado, se es consciente de la dependencia y saturación que genera el uso de las tecnologías digitales (Calderón-Gómez y Kuric, 2022). Se ve Internet como un entorno abierto, flexible, accesible y democrático y se asume la necesidad y dependencia de uso de las herramientas tecnológicas para poder desarrollar todo tipo de prácticas sociales. Subrayan que no solo posibilitan el acceso a información, sino que median interacciones sociales y, en muchas de ellas, no hay una contrapartida offline igualmente provechosa. Sin embargo, esto lleva en ocasiones a una sensación de adicción. Las tecnologías digitales tienen, efectivamente, potencialidades liberadoras, facilitando la vida de las personas en términos de acceso a la información, interacción social, entretenimiento o cualquier tipo de actividad cotidiana que las personas deban desarrollar, pero también los vuelve dependientes del uso de un determinado tipo de dispositivos tecnológicos, servicios de telecomunicaciones o herramientas informacionales, lo cual no solo encadena a los sujetos a las lógicas productivas y de consumo del sistema capitalista, sino que también genera ansiedad, estrés y frustración por tener que estar siempre al día del ritmo del cambio social.

5.2. Oportunidades para el encuentro

Pese a las tensiones descritas y a los diferentes puntos de vista, también identificamos puntos en común, posibles espacios de encuentro y respuestas a las interferencias que las tecnologías pueden suponer a la hora de encontrar tiempo de calidad para pasar en familia, tiempo presencial pero también online, como las propuestas dirigidas a la integración (de amistades o parejas) en los círculos familiares, o más pensadas y apoyadas en la reconexión, en compartir usos tecnológicos. Recursos que pueden resultar muy útiles a la hora de implementar medidas adecuadas de gestión de la tecnología en los hogares, propuestas por las propias familias a partir de sus experiencias digitales.

En el primer caso, buscando contrarrestar el impacto de la tecnología en el posible empobrecimiento de sus relaciones familiares, jóvenes y adultos ponen de relieve la idoneidad de la integración de las amistades o de la pareja de los hijos e hijas en las actividades del hogar. Así se genera un espacio compartido en el que la tecnología aparece relegada a un segundo plano sin necesidad de vetarla.

Y cuando viene mi novia con mis padres lo disfruto más. Porque yo solo con mis padres, quieras o no mis padres, por mucha confianza que tenga con ellos para hablar de lo que me pasa a mí o cualquier cosa, a la hora de divertirte… Es diferente edad. […] Y lo que pasa es que tu novia también se integra en la familia.

Y no estoy con el móvil. Estoy escuchando la conversación… Es como qué chulo. Te ilusionas (grupo de chicos, Sevilla).

En las alusiones a la estrategia de la reconexión, la familia destaca la oportunidad de compartir usos tecnológicos, desde ver juntos la televisión hasta participar los progenitores en usos tecnológicos más afines a sus hijos e hijas, como los videojuegos o las redes sociales en las que más presentes están. Prácticas que no solo buscan compartir tiempo en familia, sino involucrar a las personas adultas en el universo digital juvenil y alimentar intereses comunes.

Una serie en común. De estar los 4… Una peli. También he estado mucho tiempo con mi padre y con mi hermano viendo una película en casa. «A las 10 hay una película muy buena» y estar los 4 ahí… Y no estar… Si no comentarla. O reírnos todos juntos.

Sí. Cenando y viendo [nombre de programa televisivo]. Nos metemos con la gente: «mira a este cómo viste», suelta mi padre…

Una barbaridad y tu madre ahí: «qué están los niños, por favor».

Sobre todo las series y eso (grupo de chicos, Sevilla).

Pues yo estoy muy puesta en música y los bailes, entonces, claro, puedo interactuar con ellos de lo que a mí me interesa: «Descárgame la canción». Porque si no, dime tú qué cosas tenemos en común si no es: «¿Qué hay de cenar?», «¿A qué hora vienes?», poco más. Entonces, tienes que buscar… […] Pero tecnológicamente, es lo que dice ella, te tienes que poner las pilas. Si tú te pierdes ahí es que, ¿qué tienes en común con ellos? Nada (grupo de progenitores mixto, Sevilla).

Y, en última instancia, se alude al recurso de programar actividades presenciales donde la tecnología no tiene apenas cabida, como compartir experiencias al aire libre. Algunos ejemplos son las actividades deportivas, ya sea realizando deporte o asistiendo a eventos deportivos (eventos subrayados por los padres como espacios genuinos sin interferencias tecnológicas en referencia tanto a hijos como hijas), u organizando viajes o excursiones familiares que permiten generar espacios de intimidad y diálogo al margen de la mediación tecnológica.

6. Discusión

El objetivo de la investigación ha sido profundizar en el uso y la percepción de tecnologías digitales por parte de adolescentes, y compararlos con las prácticas y percepciones de personas con hijos o hijas adolescentes, tratando de identificar retos y oportunidades en la convivencia familiar. Indagamos en las fronteras y tensiones intergeneracionales vinculadas al uso de las TRIC tratando de definir usos seguros y de calidad basados en el acompañamiento digital, donde los hogares sean espacios de mediación e intercambio de prácticas digitales consensuadas, seguras y críticas.

El trabajo de campo ha mostrado la convivencia de lógicas diversas en relación con la tecnología en el seno de los hogares y cómo estas generan tensiones entre el mundo adulto y el adolescente. Y ha permitido, así mismo, escuchar qué tienen que decir jóvenes y progenitores, cómo expresan malestares, preocupaciones y desencuentros, y cómo utilizan diversos elementos para gestionar una socialización digital que se reconoce como ineludible.

Los y las adolescentes valoran, en términos generales, la tecnología como un elemento positivo e imprescindible de su cotidianidad, pese a que reconocen, también, que existen riesgos y que no siempre son capaces de gestionarlos. A pesar de que el uso de las tecnologías se ve como una necesidad incuestionable en el imaginario colectivo, la mayoría de jóvenes también reconoce que, en el último año, alguna vez ha sentido saturación o hartazgo por el uso de Internet o redes sociales hasta el punto de necesitar «desconectarse»: un 30,1% con bastante o mucha frecuencia y un 35,4% a veces (Megías, 2024). Gran parte de la dependencia tecnológica es socioestructural, se deriva de un entorno en el que se presupone en los sujetos la conectividad constante y la disponibilidad total. No es tanto que los sujetos tengan una adicción individual hacia el uso de la tecnología, sino que el entorno informacional en el que desarrollan su vida diaria presupone en ellos un tipo de conectividad continua y móvil, especialmente con la generalización de los teléfonos inteligentes. Ante esto, el deseo de desconexión es una experiencia habitual, sobre todo en momentos y lugares específicos en los que es necesario el aislamiento para focalizarse plenamente en el mundo físicamente presente (Calderón-Gómez y Kuric, 2022). De ahí que la idea de generar espacios de desconexión puede resultar atractiva tanto para personas adultas como jóvenes, especialmente si van ligados a profundizar en los vínculos familiares.

Pese a que, como hemos visto, la población joven no recurre de forma significativa a la familia para resolver problemas en el ámbito digital, son muy autodidactas y, mayoritariamente, se consideran con habilidades digitales altas, es muy necesaria su formación y acompañamiento. Elementos como la desinformación, la sobreexposición y saturación ante contenidos, el acoso y la violencia sexual digital o el acceso a contenidos lesivos y a discursos de odio, entre otros, hacen que sea imprescindible el desarrollo y la capacitación en pensamiento crítico y alfabetización mediática y digital (Eleuteri et al., 2017; Megías, 2024; Megías et al., 2020). El rol de la familia continúa siendo central en el acompañamiento de sus hijos e hijas adolescentes en su inmersión en el ecosistema digital, por múltiples motivos: para el desarrollo de este tipo de competencias, para poder potenciar las ventajas que pueden ofrecer las TRIC, para evitar los usos inadecuados y para dotar de recursos para afrontar los posibles riesgos. La identificación de las personas adultas de sus hijos e hijas como «nativos digitales», no puede invisibilizar las necesidades de acompañamiento digital, pues, pese a estar familiarizados con los dispositivos y disponer de habilidades digitales, su capacidad para evaluar y aprender en el ecosistema digital requiere de acompañamiento y de la adquisición de una autonomía gradual, que ha de ser supervisada.

Cabe destacar que el abordaje metodológico ha supuesto algunas limitaciones en el alcance de la investigación. En primer lugar, el enfoque cualitativo puede dificultar la generalización de los resultados a la población general, puesto que variables como la clase social, el nivel de estudios o el hábitat no se han podido tener en cuenta. De este modo, el análisis no incluye diferencias socioeconómicas, por niveles educativos o entre áreas rurales y urbanas a la hora de explorar el impacto de las tecnologías digitales en las relaciones familiares. A su vez, resulta relevante tener en cuenta que la rápida evolución de las tecnologías puede afectar a la relevancia a largo plazo de los hallazgos, dado que las prácticas digitales y las dinámicas familiares pueden cambiar con nuevas plataformas y dispositivos. Estas limitaciones ponen de relieve la necesidad de seguir explorando la temática con futuras aproximaciones metodológicas que continúen afinando nuestra comprensión del impacto que tienen las TRIC sobre la convivencia familiar.

En cualquier caso, los resultados de la investigación ponen de relevancia la importancia y la necesidad de establecer modelos de crianza digital en la que los padres y las madres puedan acompañar y mediar en el uso tecnológico de sus hijos e hijas. Estrategias basadas en la mediación activa y compartida de las TRIC, restricciones técnicas o restricciones al tipo de interacciones y el monitoreo son algunas de las aproximaciones más extendidas por parte de progenitores a la hora de reducir los riesgos potenciales asociados al uso de Internet. Investigaciones como la de Livingstone y Helpser (2008) muestran que la principal forma de reducción de riesgos es aplicar restricciones en las interacciones entre personas usuarias, no obstante, este tipo de estrategias conllevan claros costes al limitar los beneficios y oportunidades potenciales del uso de Internet y pueden llevar al conflicto intrafamiliar. Las brechas digitales tienen claras consecuencias sobre el abanico de estrategias empleadas por padres y madres, puesto que quienes perciben que sus hijos e hijas cuentan con menos competencias digitales tienden a adoptar una mediación más restrictiva. De este modo evitan más riesgos potenciales, pero también se reduce la inclusión digital y el aprovechamiento de las oportunidades de las TRIC reproduciendo así las brechas (Livingstone et al., 2017).

7. Conclusiones

En definitiva, el desarrollo de competencias digitales y la reducción de las brechas digitales son fundamentales para una adecuada estrategia de mediación. Aparte del desarrollo de competencias, los resultados de la investigación permiten señalar algunos elementos que también pueden resultar cruciales para facilitar la mediación digital familiar:

Estas estrategias no excluyen la necesidad de que la sociedad en su conjunto se implique en la gestión de la vida digital de su ciudadanía. El rol de las familias es clave, pero no puede suplir la responsabilidad de la industria, las escuelas o las Administraciones en la regulación de las plataformas, el control de contenidos o la capacitación en competencias digitales.

8. Financiación

Este artículo es resultado del proyecto de investigación PRY131/22 «El impacto de las TRIC en la convivencia en las familias andaluzas: Desafíos y oportunidades», financiado por la Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces (ROR: https://ror.org/05v01tw04 y Crossref Funder ID 100019858).

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Anna Sanmartín Ortí

Directora del Centro Reina Sofía de Fad Juventud, doctora en Sociología por la UCM y miembro de la Red de Estudios sobre Juventud y Sociedad (REJS). Se ha especializado en el análisis de la socialización juvenil, con publicaciones que estudian los roles de género, la participación política, el ocio y los consumos o el impacto de las tecnologías.

Stribor Kuric

Doctor en Sociología y Antropología (2019) por la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja como técnico de investigación social en el Centro Reina Sofía de Fad Juventud desde 2020 y profesor contratado en el CES Cardenal Cisneros (UCM) desde 2021. Sus principales líneas de investigación son la sociología del trabajo con perspectiva de género y la sociología de la juventud.

Christian Orgaz

Doctor en Sociología y Antropología (2018) por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro cofundador de Indaga (2011) y coordinador de proyectos e investigación. Colaborador como profesor en la UCM y la UNED. Especializado en migración, metodología, estudios de sociedad, tecnología y profesiones. Cofundador del Archivo de Sociología Crítica (https://archivosociologiacritica.org/).

Manuel Blanco Campos

Graduado en Sociología por la Universidad Carlos III (2014). Posgrado de Formación de Especialistas en Investigación Social Aplicada y Análisis de Datos (2020); máster en Estudios Avanzados en Trabajo y Empleo (2021). Trabaja como técnico de Indaga (2021) y cooperativista (desde 2023). Líneas de investigación: nuevas formas del trabajo (NFT), metodologías de la investigación y análisis organizacional.

Notas