Revista CENTRA de Ciencias Sociales
| Julio-diciembre 2025 | vol. 4 | núm. 2 | pp. 191-196

ISSN: 2951-6641 (papel) 2951-8156 (en línea)

Reseñas/Reviews

https://doi.org/10.54790/rccs.134

M. Castells. La sociedad digital.
Madrid: Alianza Editorial, 2024

Alba Taboada Villamarín

Universidad Autónoma de Madrid, España

alba.taboada@uam.es



Más de dos décadas después de teorizar la sociedad red, Castells regresa con La sociedad digital, un libro esperado en el que no solo revisita sus ideas originales, sino que las reinterpreta a la luz del presente. Ya en The Network Society Revisited (2023), el autor señalaba la necesidad de actualizar los fundamentos de su teoría para comprender las transformaciones contemporáneas. Su legado intelectual no solo permitió explicar la transición hacia una sociedad posindustrial, sino que también estableció las bases conceptuales de la sociedad de la información y el conocimiento, una noción que en los últimos años ha adquirido una relevancia indiscutible.

Muchos de los efectos que Castells anticipó en su obra —o al menos delineó sin pretensiones futuristas— se han materializado con una claridad sorprendente. Esta capacidad de observación y modelización ha convertido su trabajo en una referencia ineludible para comprender los procesos de transformación digital y su impacto en las estructuras sociales. No obstante, la acelerada evolución de las tecnologías de la información y la comunicación ha generado cambios vertiginosos, donde cada avance corre el riesgo de volverse obsoleto en poco tiempo. La sociedad digital, el libro que aquí reseñamos, surge precisamente para abordar este desfase.

El contenido del trabajo que tenemos entre manos, por tanto, puede considerarse una extensión actualizada de la estructura teórica que Castells formuló en la segunda mitad de los noventa en su trilogía original (La Era de la Información), donde definió la sociedad a partir de una morfología reticular y flexible. En la actual obra, el autor inicia su análisis con una presentación de datos macro que evidencian la alta penetración de internet y su uso generalizado en distintos ámbitos. Uno de los aspectos más relevantes es su énfasis en el respaldo empírico, que proporciona una visión detallada sobre el grado de digitalización de las sociedades contemporáneas.

Desde las primeras páginas, Castells justifica la pertinencia de su obra al señalar que, más que nunca, es posible confirmar las hipótesis que en los años noventa acompañaron la expansión de internet y las presunciones sobre las transformaciones sociales que esta traería. La tesis sostiene que la producción, el almacenamiento y el intercambio de información en entornos digitales configuran las formas de organización humana que llamamos sociedad.

Este enfoque, basado en un determinismo tecnológico moderado, ha estado presente a lo largo de su trayectoria y sigue vigente en La sociedad digital, aunque adaptado a las dinámicas actuales de transformación tecnológica. A lo largo de los diez capítulos que componen el libro, Castells traza un mapa conceptual en el que identifica los rasgos fundamentales de la sociedad digital y los principales desafíos que enfrenta.

Entre estos retos, Castells identifica: la comunicación y la desinformación en entornos digitales (capítulo 2), el problema de la privacidad y la consolidación del Estado de vigilancia (capítulo 3), la digitalización de los mercados financieros con especial énfasis en las criptomonedas (capítulo 4), el teletrabajo y sus implicaciones en la presión urbanística (capítulo 5), la incorporación de modelos generativos como ChatGPT en la educación (capítulo 6), la reconfiguración de la brecha digital en el contexto actual (capítulo 7), la revisión de los movimientos sociales en red (capítulo 8), la creciente polarización política en las redes sociales (capítulo 9) y la integración de la inteligencia artificial en los conflictos bélicos (capítulo 10).

Estos retos, algunos emergentes y otros en continuidad con los ya advertidos, están definidos, como señala el autor, por el avance acelerado de proyectos tecnológicos como la inteligencia artificial, la creciente importancia y ubicuidad de las redes sociales y la amplia relación entre digitalización y estructuras gubernamentales a gran escala. A ello se suma el desarrollo de la computación cuántica, que ha dejado de ser una posibilidad lejana para convertirse en una realidad cada vez más tangible. A lo largo del libro, Castells ejemplifica estos desafíos a través de casos que han tenido una gran resonancia mediática en la última década. Entre ellos, destaca la filtración masiva de información por parte de Edward Snowden, los movimientos sociales como los Indignados o la guerra en curso entre Ucrania y Rusia. También hace referencia a la pandemia del COVID-19, lo que le permite analizar en qué medida este evento ha contribuido a la consolidación de la sociedad digital y, a su vez, hasta qué punto la sociedad digital ha incidido en la gestión de la crisis sanitaria.

Como primer punto de advertencia, Castells señala que la concentración geográfica de las infraestructuras digitales plantea interrogantes fundamentales sobre la soberanía de los países. En un contexto donde tecnologías como la inteligencia artificial o el 5G juegan un papel clave en la reconfiguración del poder global, estas cuestiones adquieren una relevancia creciente. El autor subraya que el desenlace de esta transformación no dependerá únicamente del desarrollo tecnológico, sino, sobre todo, de las relaciones de poder que lo moldean.

El primer capítulo examina la evolución de los sistemas de comunicación en la era digital. Mientras que el siglo XX estuvo dominado por la comunicación de masas, caracterizada por mensajes unidireccionales emitidos por un número reducido de actores hacia una audiencia amplia, la progresiva expansión de las redes digitales ha dado lugar a un nuevo paradigma que Castells denomina autocomunicación de masas, concepto que desarrolla en el segundo capítulo. Aunque este modelo suele interpretarse como un avance democratizador, el autor matiza esta visión al señalar que la autonomía del sujeto comunicante es relativa. Su actividad está condicionada por las lógicas algorítmicas y comerciales que rigen las plataformas digitales. Castells observa cómo las redes sociales han superado en influencia a los medios tradicionales, integrando simultáneamente dinámicas locales y globales, formatos multimodales y modalidades de interacción tanto sincrónicas como asincrónicas.

En este capítulo, el sociólogo indaga en la aparición de nuevas formas de sociabilidad digital y cuestiona algunos mitos que se popularizaron en los años 2000 en torno a las redes sociales. A esta nueva configuración la denomina sociabilidad 3.0, caracterizada por un aumento de los lazos débiles y por la nostalgia de una supuesta sociabilidad «auténtica». Sin embargo, argumenta que los temores iniciales sobre la superficialidad de las relaciones digitales han resultado infundados. La interacción en línea y la sociabilidad cara a cara no se excluyen entre sí, sino que se complementan y refuerzan. Apoyándose en estudios científicos, Castells demuestra que el uso de redes sociales ha empoderado a colectivos históricamente marginados, como mujeres, minorías étnicas y personas dispersas geográficamente. Su análisis ofrece una visión más matizada sobre el impacto de la digitalización en la vida social, alejándose de los determinismos tecnológicos y reconociendo la agencia de los sujetos en la configuración de estos espacios.

En relación con la identidad digital, Castells desmonta la idea de que los usuarios ocultan su verdadera identidad tras nombres falsos. Por el contrario, las interacciones en línea funcionan como espacios de construcción y reafirmación de identidades sociales, impulsadas por la búsqueda de reconocimiento y comunidad. Incluso prácticas fundamentales como el cortejo y la formación de vínculos románticos han migrado al ámbito digital, adaptándose a nuevas dinámicas comunicativas.

Siguiendo esta línea, el autor examina el proceso de integración entre las grandes plataformas digitales y las industrias de comunicación. Empresas como Facebook, Google, Amazon y Microsoft se han consolidado como los principales distribuidores de contenido, desplazando a los medios tradicionales. Castells advierte sobre las implicaciones ideológicas que subyacen a la tecnocracia de estas empresas. Su discurso de innovación y neutralidad enmascara dinámicas de control y concentración de poder que reconfiguran el ecosistema informativo y limitan la autonomía de los usuarios en el entorno digital.

Uno de los efectos más problemáticos de estas transformaciones en la comunicación es la creciente crisis de desinformación y el fenómeno de las fake news, un tema que Castells analiza en detalle. La viralidad, el uso de bots, los algoritmos generativos de inteligencia artificial y la tendencia a amplificar los mensajes negativos han acelerado la propagación de información falsa.

El autor sugiere que este fenómeno ha alimentado una profecía autocumplida en la que el aumento de la desinformación refuerza la desconfianza en las instituciones modernas. No obstante, matiza que la incidencia de la desinformación varía según el nivel educativo y las diferencias sociopolíticas entre países, lo que indica que no se trata de un proceso uniforme, sino de un fenómeno condicionado por múltiples factores estructurales y culturales.

Los efectos de la digitalización en la comunicación y la información dan paso a un fenómeno aún más profundo, la creciente vigilancia digital y la erosión de la privacidad en el marco del capitalismo informacional, tema central del tercer capítulo. Castells examina casos emblemáticos de espionaje estatal, como el uso del software Pegasus, y denuncia la asimetría entre gobiernos y ciudadanos en el acceso y control de la información digital. Si bien el autor subraya la fuerte crítica ciudadana hacia estas prácticas, su argumentación carece de un respaldo empírico más sólido que refuerce esta afirmación. Además, se echa en falta la referencia a una de las sociólogas más relevantes en este campo, Shoshana Zuboff.

En el capítulo 4, Castells examina el impacto de la informática en las finanzas e introduce el concepto de autómata financiero para describir la creciente automatización de los mercados. Desde una perspectiva didáctica, explica el impacto de los cálculos digitalizados a gran velocidad en la economía contemporánea, especialmente en la compraventa de títulos derivados. Además, analiza el auge de las criptomonedas y su potencial de independencia frente a los gobiernos. Sin embargo, señala que, en la práctica, su uso parece orientarse principalmente a la evasión de impuestos. Aunque reconoce su capacidad disruptiva, concluye que su autonomía aún es limitada.

Retomando temas abordados en La sociedad en red, en el capítulo 5 Castells examina la contradicción entre el auge del teletrabajo y el crecimiento de la urbanización. La tesis de este capítulo resulta particularmente interesante, ya que, aunque inicialmente se esperaba que el teletrabajo descentralizara la población y fomentara la expansión hacia entornos rurales, en la práctica han emergido dos dinámicas opuestas: la concentración metropolitana y la descentralización intrametropolitana.

Estas dinámicas responden a varios factores. Por un lado, el teletrabajo aún no se ha consolidado completamente como modelo dominante, por otro, la permanencia en las ciudades no obedece exclusivamente a razones laborales, sino también al acceso a los servicios y oportunidades que ofrece el entorno urbano. Si bien el impacto del COVID-19 ha acelerado tanto la adopción del teletrabajo como ciertos procesos migratorios hacia áreas rurales, Castells sugiere que su desarrollo futuro dependerá de la capacidad de las ciudades para adaptarse a modelos híbridos de organización laboral.

El autor también introduce el concepto de nómada digital como una nueva forma de movilidad laboral en la era digital. Aunque su porcentaje dentro de la población activa sigue siendo reducido, su impacto es significativo. Suelen aportar un alto poder adquisitivo a países con menor renta per cápita, lo que convierte a estos trabajadores en un activo económico para ciertas regiones y en un atractivo turístico que fomenta políticas destinadas a captar su presencia.

Superado el meridiano del libro, en el capítulo 6 Castells aborda uno de los temas de mayor trascendencia en los últimos años: la relación entre el aprendizaje humano, la enseñanza tradicional y el aprendizaje automatizado. Su análisis se centra en la educación formal y en cómo el uso de tecnologías digitales dentro del aula ha mostrado, en algunos casos, una correlación negativa con el rendimiento académico.

Un informe de la OCDE, citado en el libro, señala que la diferencia entre el aprendizaje en entornos digitales y el aprendizaje a través de libros de texto radica en la fiabilidad y la coherencia de las respuestas. Mientras que los libros impresos ofrecen contenidos verificados, la información en línea es más fragmentada y propensa a la desinformación. En este contexto, la introducción de ChatGPT en las aulas plantea nuevos desafíos educativos que requerirán estudios empíricos rigurosos para comprender sus efectos y desarrollar estrategias pedagógicas adecuadas.

En los capítulos 7, 8 y 9, Castells revisita algunos de los temas centrales que desarrolló en su trilogía sobre la era de la información y la sociedad en red, como la brecha digital, los movimientos sociales en red y la estabilización de las redes sociales digitales. En su análisis de la brecha digital, el autor explora su evolución en función del territorio, el género, la edad, la clase social y la etnicidad. Aunque las disparidades en el acceso a internet han disminuido en muchas regiones, persisten diferencias significativas en la capacidad de uso y aprovechamiento de las tecnologías digitales. Castells subraya que la brecha digital ya no se limita únicamente al acceso, sino que se ha desplazado hacia desigualdades en las habilidades digitales y en la posibilidad de transformar ese acceso en oportunidades dentro de la sociedad digital.

En relación con los movimientos sociales, Castells destaca la consolidación de los que él mismo teorizó como movimientos sociales en red, caracterizados por su estructura descentralizada y su capacidad de movilización a gran escala a través de plataformas digitales.

Por último, el autor aborda el fenómeno de la polarización política en redes sociales y sostiene que, aunque la polarización se intensifica en el entorno digital, su origen no es exclusivo de este espacio. Según su análisis, la polarización es un fenómeno que surge en el mundo offline y se refuerza en el ámbito digital a través de estructuras algorítmicas que amplifican la emocionalidad y la confrontación en la difusión de la información.

Además, Castells hace una breve incursión en las relaciones bélicas contemporáneas y en el modo en que la tecnología ha dado lugar a nuevas formas de ataque y resistencia militar (capítulo 10). Como ha ocurrido históricamente con los avances tecnológicos, los primeros desarrollos en computación cuántica han estado vinculados a aplicaciones militares, tanto para la defensa como para la ofensiva. El autor señala que la guerra actual ha adoptado una nueva cultura, en la que las redes digitales se han convertido en una pantalla de comunicación directa desde el campo de batalla. No obstante, destaca que, pese a la sofisticación tecnológica, los procesos rudimentarios siguen desempeñando un papel crucial en los conflictos bélicos. Sin embargo, advierte que a mayor sofisticación tecnológica, mayor es el potencial de letalidad en los enfrentamientos.

El conjunto de estos capítulos ofrece una visión estructurada de la sociedad digital, concebida por el autor como una prolongación evolutiva de la sociedad en red, cuya morfología reticular se mantiene gracias a las tecnologías de la información y la comunicación. A diferencia de otras obras de Castells, este libro adopta un tono marcadamente divulgativo. Este recurso cumple una función clave al contextualizar eventos y proporcionar referencias accesibles para un público amplio, incluidos los sociólogos que abordan estas problemáticas desde distintas perspectivas. Más que un análisis conclusivo, la obra se presenta como una propuesta programática que invita a la sociología a afrontar los retos que impone la sociedad digital y a explorar nuevas tensiones entre la tecnología y la organización social.